jueves, 29 de octubre de 2015

Carta abierta al kirchnerismo

Carta abierta al kirchnerismo
Un llamado a la fraternidad cívica, la auto-crítica y la humildad prudente

Estimados ciudadanos:

Me dirijo a todos los ciudadanos, votantes, simpatizantes, militantes y dirigentes del kirchnerismo. Les hablo desde el corazón, con un profundo respeto y una enorme preocupación. En primer lugar, quiero decirles que soy un ciudadano de clase media, de ideales progresistas que ama profundamente esta tierra llamada Argentina y que nunca ha dejado de soñar por la construcción de un mundo mejor y la emancipación humana.

No voté a Néstor en el 2003. No voté a Cristina en el 2007 y tampoco lo hice en el 2011. El hecho de no haberlos votado no me impide reconocer y valorar las cosas positivas logradas en la última década, como tampoco me impide criticar las cosas negativas que han sucedido en los últimos doce años.

Quisiera poder realizar una crítica constructiva, humilde y sincera del kirchnerismo sin ser considerado un enemigo que tiene que ser vencido ni acusado de ser traidor a la patria. Hoy uno tiene mucho miedo de criticar al kirchnerismo, un miedo que surge por la poca vocación de diálogo y el poco respeto que tienen ustedes por quien piensa diferente. La dificultad de criticar al kirchnerismo surge de la incapacidad de auto-crítica del propio kirchnerismo y del bajo nivel de reflexividad, humildad y prudencia que expresa su pensamiento y sus actos en la vida pública de nuestra patria.

Parecería que uno se encuentra en la obligación de aceptar y reconocer los aspectos positivos de las políticas kirchneristas pero, al mismo tiempo, uno tiene la obligación de guardar silencio sobre cualquier crítica posible y necesaria. El silencio no es salud y el abandono de la auto-crítica y la reflexión es nocivo para nuestra democracia. Uno tiene que aplaudir de pie la política de ciencia y tecnología pero no puede realizar una crítica abierta a la intervención del INDEC y la destrucción de las estadísticas públicas sin ser acusado de golpista o destituyente. Resulta evidente que no puede haber una ciencia orientada al desarrollo nacional, ni es posible realizar una planificación estratégica de un proyecto de país sin estadísticas públicas rigurosas y de calidad. He ahí el nivel paupérrimo del debate, el carácter mezquino y maniqueo donde el kirchnerismo condujo al sentido común del pueblo argentino y al pensamiento de intelectuales, científicos y académicos que levantan las banderas de la crítica, el progresismo y la emancipación.

Mi crítica principal al kirchnerismo no es una crítica al contenido de las políticas (que pueden tener aspectos positivos y negativos que es necesario debatir y reflexionar colectivamente) sino una crítica a la forma de ejercicio del poder por parte del gobierno en una República Democrática. Para construir políticas verdaderamente populares tenemos que poder criticar libremente los aspectos positivos y negativos de las políticas públicas. Pero la crítica constructiva no puede ejercerse plenamente en el marco de un gobierno que se arroga el monopolio de la verdad y se considera el único con derecho a la palabra.

Cuando el diálogo se transforma en monólogo, la razón degenera en sin razón. Cuando se abandona la auto-crítica y la reflexión, el pensamiento se convierte en dogmatismo y obsecuencia. Cuando el disenso respetuoso se transforma en antagonismo y división, la fraternidad degenera en violencia y enemistad cívica. Si no hay fraternidad ciudadana no hay comunidad ni solidaridad. Sin fraternidad y amor cívico no hay futuro ni esperanza. No hay posibilidad de una Argentina unida sino cuidando y estimulando su diversidad y respetando las diferencias.

El kirchnerismo nos ha enseñado a dividir y separar pero no a unir y religar; nos ha enseñado que el otro es un enemigo que tengo que derrotar y no un ser humano que piensa diferente del cual puedo aprender una verdad que no había contemplado; el kirchnerismo ha promovido la enemistad y desunión de los argentinos pero no nos ha ayudado a construir una cultura de comprensión y comunión. Es posible que el antagonismo y la división haya sido una estrategia eficiente para construir poder y conservarlo, para ganar elecciones y permanecer en el gobierno. Pero el antagonismo y la división que el kirchnerismo ha promovido, nos ha conducido a abandonar el diálogo y la reflexión, ha bloqueado la posibilidad de comprender y respetar al que piensa diferente, nos ha impedido aprender de los errores.

Cuando los gobernantes pierden la tolerancia, el sentido de auto-crítica, la humildad y la prudencia, se acentúan rasgos autoritarios que debilitan nuestra democracia. Cuando la democracia se construye en base al antagonismo y gobernar consiste en separar y dividir a los ciudadanos de la patria, la democracia es frágil y pobre: se reduce a ser una mayoría de votos.

La construcción de políticas verdaderamente populares que ayuden a incrementar la igualdad social, respetar la libertad individual y fortalecer la solidaridad y el sentido de pertenencia a nuestra Argentina como comunidad de futuro, sólo pueden desarrollarse en el marco de la tolerancia y del respeto, de la crítica y la auto-crítica, de la comprensión y la fraternidad. Exige una humildad prudente y una prudencia humilde sin claudicar en los ideales que cada uno defiende.

Los ciudadanos que deseamos un cambio profundo en la Argentina no queremos renunciar a los aspectos positivos de las conquistas sociales de la última década ni mucho menos retornar a las políticas neoliberales de la década de 1990. Lo que más profundamente repudiamos del kirchnerismo es su forma de concebir el poder, la política y la democracia basada en el antagonismo y la división, el dogmatismo y la falta de auto-crítica, la intolerancia e incomprensión de quien piensa diferente.

Entiendo que el kirchnerismo considere que el antagonismo y la división es la esencia misma de la política, que la naturaleza de la democracia se basa fundamentalmente en el conflicto y la separación. Creo que es una concepción simplificadora de democracia. La complejidad de la democracia radica en la unión del conflicto y del consenso; de la comunidad y del antagonismo. No hay democracia sin conflicto y sin consenso. No hay democracia sin fraternidad que fortalezca nuestro sentido de pertenencia a una comunidad de destino. Tampoco hay democracia sin reconocimiento de los antagonismos sociales.

En la última década el kirchnerismo ha construido una política basada exclusivamente en el conflicto y el antagonismo y se han olvidado de la importancia del consenso y la comunidad. Han olvidado que además del conflicto y el antagonismo, la democracia es también comprensión, fraternidad, tolerancia y respeto. La democracia es amor cívico, es la fraternidad entre los hermanos de un pueblo que tienen un destino en común. Al enemistar a los hermanos de esta tierra que es nuestra patria llamada Argentina, ha vulnerado la fraternidad cívica y han debilitado nuestra democracia.

Estoy persuadido que muchos ciudadanos tienen temor que si no gana el kirchnerismo la Argentina retornará a los años del neoliberalismo menemista. Esto es una falacia queridos conciudadanos. La historia no se repite dos veces. No hay un ciclo de eterno retorno. No hay condiciones políticas, ni institucionales ni culturales para retornar al neoliberalismo. El futuro gobierno no tendrá mayoría legislativa y el pueblo argentino ha aprendido la importancia de tener un Congreso plural y no una mayoría automática. Ni la dirigencia política de distintos colores partidarios ni la ciudadanía argentina desean y permitirán un retorno al neoliberalismo ante un eventual gobierno de Cambiemos. Los dirigentes de todos los partidos políticos no tienen que subestimar jamás la inteligencia del pueblo argentino. Nuestro pueblo sabe cuidar con el voto las conquistas obtenidas y jamás le volverá a dar un cheque en blanco a ningún gobierno.

El futuro es incierto, el futuro es esperanza, el futuro es porvenir, el futuro es la posibilidad de construir nuevas posibilidades que hoy no son visibles. El presente nos da hoy la oportunidad de construir una visión de futuro en la cual luchar por la igualdad sin renunciar a la fraternidad, aspirar a la libertad sin generar desigualdad. Cuando se persigue la igualdad sin fraternidad, sin tolerancia y sin comprensión se corre el riesgo de destruir la libertad. Sin libertad ni fraternidad tampoco es posible la igualdad.

Allí donde crece el peligro, crece también lo que lo salva, dice el poeta Holderin. Ante el avance del peligro de la violencia y la división, la incomprensión y la intolerancia, el dogmatismo y la pérdida de la humildad, la falta de prudencia y el debilitamiento de la auto-crítica; tenemos la oportunidad de salvar a la Argentina regenerando una cultura política de dirigentes y ciudadanos basada en el diálogo y el respeto, la tolerancia y la comprensión.

El porvenir de la Argentina depende de la capacidad de auto-crítica de cada uno de nosotros, proceder con humildad y prudencia, esforzarnos por comprender a quien no nos comprende. Estoy persuadido que el futuro de Argentina depende de generar juntos una ética de la comprensión para cultivar la fraternidad ciudadana y construir una cultura de la solidaridad, el respeto y la tolerancia.

Se abre un nuevo tiempo en la historia de la cultura política argentina, la política que divide para gobernar tiene que ser reemplazada por una política capaz de religar y unir sin anular la diversidad. El pensamiento simplificador de la política que sólo ve el antagonismo, la separación y el conflicto, tiene que ser reemplazado por un pensamiento complejo que nos ayude a unir y distinguir el consenso y el conflicto, la cooperación y el disenso, la comunidad y la contradicción, la fraternidad y el antagonismo.

La democracia no es sólo el derecho a elegir y ser elegido, también consiste en aprender ser gobierno y ser oposición. Sin alternancia no hay democracia. La alternancia es diversidad, la cual siempre es fuente de creatividad e innovación. La vieja oposición entre “nosotros o el caos” forma parte del pasado de nuestro pueblo, es justamente esa parte del pasado la que no deseamos para nuestro futuro. Hoy más que nunca, necesitamos un kirchnerismo humilde, responsable, prudente, auto-crítico y tolerante para lograr la grandeza de la nación. Sería muy importante para el porvenir de nuestra patria que el kirchnerismo pueda convertirse en una oposición inteligente, defendiendo las conquistas populares y ayudando a garantizar la gobernabilidad de un eventual gobierno de la coalición de Cambiemos.

Todo lo que no se regenera se degenera. El kirchnerismo como oposición política tendría la oportunidad histórica de regenerar y cultivar la auto-crítica y la tolerancia, la humildad y la prudencia, la fraternidad y la comprensión, valores centrales en la vida democrática de un pueblo que el kirchnerismo no ha cultivado en la última década. Que no lo haya hecho en el pasado no quiere decir que no pueda hacerlo en el futuro: allí se juega la continuidad de su existencia. Muchos creerían que es altamente improbable que si el kirchnerismo no practicó el respeto y la tolerancia en el gobierno tampoco lo hará siendo posición. Es verosímil, ciertamente, pero lo improbable, a veces, sucede. Hay que trabajar por lo improbable. Yo elijo creer profundamente en ustedes, en su capacidad de auto-crítica y de reflexión. Si los kirchneristas aman profundamente a Néstor y a Cristina tienen que poder criticarlos y señalar sus errores para aprender de ellos. El amor exige honestidad.

La nueva política argentina exige una ética de la religancia para lograr la unidad en la diversidad de nuestra patria. Una ética de la comprensión, una ética de la fraternidad, una ética de la tolerancia, una ética de la solidaridad y del respeto. No hay ética sin política, ni política sin ética. Esta ética de la religancia no la puede ofrecer hoy el kirchnerismo al pueblo argentino pero quizás pueda contribuir a construirla.

Por eso invito con humildad a los familiares, amigos y colegas a votar por un cambio para regenerar la República y fortalecer la Democracia construyendo una oposición inteligente, crítica, constructiva, que ayude a gobernar al mismo tiempo que defienda las conquistas sociales del pueblo argentino. Si esta nueva oposición lúcida emerge y podemos construir una alternancia política sin enemistad ni violencia, habremos entrado en una fase absolutamente nueva de nuestra historia y podemos conquistar el futuro que deseamos para nuestra tierra patria llamada Argentina.

Deseo que todos los ciudadanos de esta tierra podamos abrazarnos como hermanos, comprendernos y respetarnos en nuestras diferencias.

Un abrazo fraterno de comprensión y amistad cívica para todos los kirchneristas,



Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo – Universidad de Buenos Aires
Investigador del CONICET
@leonardorzoya
29/10/2015




PS: Te invito a compartir la carta con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana y el amor cívico. Construir juntos una ética de la fraternidad y de la religancia es condición de posibilidad para construir un proyecto de futuro para la Argentina.

Podes encontrar más apuntes para pensar el presente y construir el futuro sin olvidar el pasado aquí: http://argentina2100.blogspot.com.ar/

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