Carta abierta
al kirchnerismo
Un llamado a la
fraternidad cívica, la auto-crítica y la humildad prudente
Estimados ciudadanos:
Me dirijo a
todos los ciudadanos, votantes, simpatizantes, militantes y dirigentes del
kirchnerismo. Les hablo desde el corazón, con un profundo respeto y una enorme
preocupación. En primer lugar, quiero decirles que soy un ciudadano de clase
media, de ideales progresistas que ama profundamente esta tierra llamada
Argentina y que nunca ha dejado de soñar por la construcción de un mundo mejor
y la emancipación humana.
No voté a
Néstor en el 2003. No voté a Cristina en el 2007 y tampoco lo hice en el 2011.
El hecho de no haberlos votado no me impide reconocer y valorar las cosas
positivas logradas en la última década, como tampoco me impide criticar las
cosas negativas que han sucedido en los últimos doce años.
Quisiera
poder realizar una crítica constructiva, humilde y sincera del kirchnerismo sin
ser considerado un enemigo que tiene que ser vencido ni acusado de ser traidor
a la patria. Hoy uno tiene mucho miedo de criticar al kirchnerismo, un miedo
que surge por la poca vocación de diálogo y el poco respeto que tienen ustedes
por quien piensa diferente. La dificultad de criticar al kirchnerismo surge de
la incapacidad de auto-crítica del propio kirchnerismo y del bajo nivel de
reflexividad, humildad y prudencia que expresa su pensamiento y sus actos en la
vida pública de nuestra patria.
Parecería que
uno se encuentra en la obligación de aceptar y reconocer los aspectos positivos
de las políticas kirchneristas pero, al mismo tiempo, uno tiene la obligación
de guardar silencio sobre cualquier crítica posible y necesaria. El silencio no
es salud y el abandono de la auto-crítica y la reflexión es nocivo para nuestra
democracia. Uno tiene que aplaudir de pie la política de ciencia y tecnología
pero no puede realizar una crítica abierta a la intervención del INDEC y la
destrucción de las estadísticas públicas sin ser acusado de golpista o
destituyente. Resulta evidente que no puede haber una ciencia orientada al
desarrollo nacional, ni es posible realizar una planificación estratégica de un
proyecto de país sin estadísticas públicas rigurosas y de calidad. He ahí el
nivel paupérrimo del debate, el carácter mezquino y maniqueo donde el
kirchnerismo condujo al sentido común del pueblo argentino y al pensamiento de
intelectuales, científicos y académicos que levantan las banderas de la
crítica, el progresismo y la emancipación.
Mi crítica
principal al kirchnerismo no es una crítica al contenido de las políticas (que
pueden tener aspectos positivos y negativos que es necesario debatir y
reflexionar colectivamente) sino una crítica a la forma de ejercicio del poder
por parte del gobierno en una República Democrática. Para construir políticas
verdaderamente populares tenemos que poder criticar libremente los aspectos
positivos y negativos de las políticas públicas. Pero la crítica constructiva
no puede ejercerse plenamente en el marco de un gobierno que se arroga el
monopolio de la verdad y se considera el único con derecho a la palabra.
Cuando el
diálogo se transforma en monólogo, la razón degenera en sin razón. Cuando se
abandona la auto-crítica y la reflexión, el pensamiento se convierte en
dogmatismo y obsecuencia. Cuando el disenso respetuoso se transforma en
antagonismo y división, la fraternidad degenera en violencia y enemistad
cívica. Si no hay fraternidad ciudadana no hay comunidad ni solidaridad. Sin
fraternidad y amor cívico no hay futuro ni esperanza. No hay posibilidad de una
Argentina unida sino cuidando y estimulando su diversidad y respetando las
diferencias.
El
kirchnerismo nos ha enseñado a dividir y separar pero no a unir y religar; nos
ha enseñado que el otro es un enemigo que tengo que derrotar y no un ser humano
que piensa diferente del cual puedo aprender una verdad que no había
contemplado; el kirchnerismo ha promovido la enemistad y desunión de los
argentinos pero no nos ha ayudado a construir una cultura de comprensión y
comunión. Es posible que el antagonismo y la división haya sido una estrategia
eficiente para construir poder y conservarlo, para ganar elecciones y
permanecer en el gobierno. Pero el antagonismo y la división que el
kirchnerismo ha promovido, nos ha conducido a abandonar el diálogo y la reflexión,
ha bloqueado la posibilidad de comprender y respetar al que piensa diferente,
nos ha impedido aprender de los errores.
Cuando los
gobernantes pierden la tolerancia, el sentido de auto-crítica, la humildad y la
prudencia, se acentúan rasgos autoritarios que debilitan nuestra democracia.
Cuando la democracia se construye en base al antagonismo y gobernar consiste en
separar y dividir a los ciudadanos de la patria, la democracia es frágil y
pobre: se reduce a ser una mayoría de votos.
La
construcción de políticas verdaderamente populares que ayuden a incrementar la
igualdad social, respetar la libertad individual y fortalecer la solidaridad y
el sentido de pertenencia a nuestra Argentina como comunidad de futuro, sólo
pueden desarrollarse en el marco de la tolerancia y del respeto, de la crítica
y la auto-crítica, de la comprensión y la fraternidad. Exige una humildad
prudente y una prudencia humilde sin claudicar en los ideales que cada uno
defiende.
Los
ciudadanos que deseamos un cambio profundo en la Argentina no queremos
renunciar a los aspectos positivos de las conquistas sociales de la última
década ni mucho menos retornar a las políticas neoliberales de la década de
1990. Lo que más profundamente repudiamos del kirchnerismo es su forma de
concebir el poder, la política y la democracia basada en el antagonismo y la
división, el dogmatismo y la falta de auto-crítica, la intolerancia e
incomprensión de quien piensa diferente.
Entiendo que
el kirchnerismo considere que el antagonismo y la división es la esencia misma
de la política, que la naturaleza de la democracia se basa fundamentalmente en
el conflicto y la separación. Creo que es una concepción simplificadora de
democracia. La complejidad de la democracia radica en la unión del conflicto y
del consenso; de la comunidad y del antagonismo. No hay democracia sin
conflicto y sin consenso. No hay democracia sin fraternidad que fortalezca
nuestro sentido de pertenencia a una comunidad de destino. Tampoco hay
democracia sin reconocimiento de los antagonismos sociales.
En la última
década el kirchnerismo ha construido una política basada exclusivamente en el
conflicto y el antagonismo y se han olvidado de la importancia del consenso y
la comunidad. Han olvidado que además del conflicto y el antagonismo, la
democracia es también comprensión, fraternidad, tolerancia y respeto. La
democracia es amor cívico, es la fraternidad entre los hermanos de un pueblo
que tienen un destino en común. Al enemistar a los hermanos de esta tierra que
es nuestra patria llamada Argentina, ha vulnerado la fraternidad cívica y han
debilitado nuestra democracia.
Estoy
persuadido que muchos ciudadanos tienen temor que si no gana el kirchnerismo la
Argentina retornará a los años del neoliberalismo menemista. Esto es una
falacia queridos conciudadanos. La historia no se repite dos veces. No hay un
ciclo de eterno retorno. No hay condiciones políticas, ni institucionales ni
culturales para retornar al neoliberalismo. El futuro gobierno no tendrá
mayoría legislativa y el pueblo argentino ha aprendido la importancia de tener
un Congreso plural y no una mayoría automática. Ni la dirigencia política de
distintos colores partidarios ni la ciudadanía argentina desean y permitirán un
retorno al neoliberalismo ante un eventual gobierno de Cambiemos. Los dirigentes de todos los partidos políticos no tienen
que subestimar jamás la inteligencia del pueblo argentino. Nuestro pueblo sabe
cuidar con el voto las conquistas obtenidas y jamás le volverá a dar un cheque
en blanco a ningún gobierno.
El futuro es
incierto, el futuro es esperanza, el futuro es porvenir, el futuro es la
posibilidad de construir nuevas posibilidades que hoy no son visibles. El presente
nos da hoy la oportunidad de construir una visión de futuro en la cual luchar
por la igualdad sin renunciar a la fraternidad, aspirar a la libertad sin generar
desigualdad. Cuando se persigue la igualdad sin fraternidad, sin tolerancia y
sin comprensión se corre el riesgo de destruir la libertad. Sin libertad ni
fraternidad tampoco es posible la igualdad.
Allí donde crece el peligro, crece también
lo que lo salva, dice el poeta Holderin. Ante el avance del peligro de la
violencia y la división, la incomprensión y la intolerancia, el dogmatismo y la
pérdida de la humildad, la falta de prudencia y el debilitamiento de la
auto-crítica; tenemos la oportunidad de salvar a la Argentina regenerando una
cultura política de dirigentes y ciudadanos basada en el diálogo y el respeto,
la tolerancia y la comprensión.
El porvenir
de la Argentina depende de la capacidad de auto-crítica de cada uno de nosotros,
proceder con humildad y prudencia, esforzarnos por comprender a quien no nos
comprende. Estoy persuadido que el futuro de Argentina depende de generar
juntos una ética de la comprensión para cultivar la fraternidad ciudadana y
construir una cultura de la solidaridad, el respeto y la tolerancia.
Se abre un
nuevo tiempo en la historia de la cultura política argentina, la política que
divide para gobernar tiene que ser reemplazada por una política capaz de
religar y unir sin anular la diversidad. El pensamiento simplificador de la
política que sólo ve el antagonismo, la separación y el conflicto, tiene que
ser reemplazado por un pensamiento complejo que nos ayude a unir y distinguir
el consenso y el conflicto, la cooperación y el disenso, la comunidad y la
contradicción, la fraternidad y el antagonismo.
La democracia
no es sólo el derecho a elegir y ser elegido, también consiste en aprender ser
gobierno y ser oposición. Sin alternancia no hay democracia. La alternancia es
diversidad, la cual siempre es fuente de creatividad e innovación. La vieja
oposición entre “nosotros o el caos” forma parte del pasado de nuestro pueblo,
es justamente esa parte del pasado la que no deseamos para nuestro futuro. Hoy
más que nunca, necesitamos un kirchnerismo humilde, responsable, prudente,
auto-crítico y tolerante para lograr la grandeza de la nación. Sería muy
importante para el porvenir de nuestra patria que el kirchnerismo pueda
convertirse en una oposición inteligente, defendiendo las conquistas populares
y ayudando a garantizar la gobernabilidad de un eventual gobierno de la coalición
de Cambiemos.
Todo lo que
no se regenera se degenera. El kirchnerismo como oposición política tendría la
oportunidad histórica de regenerar y cultivar la auto-crítica y la tolerancia,
la humildad y la prudencia, la fraternidad y la comprensión, valores centrales
en la vida democrática de un pueblo que el kirchnerismo no ha cultivado en la
última década. Que no lo haya hecho en el pasado no quiere decir que no pueda
hacerlo en el futuro: allí se juega la continuidad de su existencia. Muchos
creerían que es altamente improbable que si el kirchnerismo no practicó el
respeto y la tolerancia en el gobierno tampoco lo hará siendo posición. Es
verosímil, ciertamente, pero lo improbable, a veces, sucede. Hay que trabajar
por lo improbable. Yo elijo creer profundamente en ustedes, en su capacidad de
auto-crítica y de reflexión. Si los kirchneristas aman profundamente a Néstor y
a Cristina tienen que poder criticarlos y señalar sus errores para aprender de
ellos. El amor exige honestidad.
La nueva
política argentina exige una ética de la religancia para lograr la unidad en la
diversidad de nuestra patria. Una ética de la comprensión, una ética de la
fraternidad, una ética de la tolerancia, una ética de la solidaridad y del
respeto. No hay ética sin política, ni política sin ética. Esta ética de la
religancia no la puede ofrecer hoy el kirchnerismo al pueblo argentino pero
quizás pueda contribuir a construirla.
Por eso
invito con humildad a los familiares, amigos y colegas a votar por un cambio
para regenerar la República y fortalecer la Democracia construyendo una
oposición inteligente, crítica, constructiva, que ayude a gobernar al mismo
tiempo que defienda las conquistas sociales del pueblo argentino. Si esta nueva
oposición lúcida emerge y podemos construir una alternancia política sin
enemistad ni violencia, habremos entrado en una fase absolutamente nueva de
nuestra historia y podemos conquistar el futuro que deseamos para nuestra
tierra patria llamada Argentina.
Deseo que
todos los ciudadanos de esta tierra podamos abrazarnos como hermanos,
comprendernos y respetarnos en nuestras diferencias.
Un abrazo
fraterno de comprensión y amistad cívica para todos los kirchneristas,
Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo –
Universidad de Buenos Aires
Investigador
del CONICET
@leonardorzoya
29/10/2015
PS: Te invito a compartir la carta con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana y el amor cívico. Construir juntos una ética de la fraternidad y de la religancia es condición de posibilidad para construir un proyecto de futuro para la Argentina.
Podes encontrar más
apuntes para pensar el presente y construir el futuro sin olvidar el pasado
aquí: http://argentina2100.blogspot.com.ar/
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